Made In Jamaica: La expiación sonora
Un universo de prosa sonorizada al ritmo del raggae, del dancehall y rap jamaicano son los elementos que le dan vida al último trabajo de Jérôme Laperrousaz, Made in Jamaica; una película que narra, a través de la música, el sentir de un pueblo custodiado por la violencia pero, a la vez, liberalizado por medio del canto y el baile.
El inicio: Un travelling que nos introduce hacia la alegría y el placer que produce la música, nos muestra una fiesta y la presentación de dos protagonistas del ritmo actual jamaicano: Lady Saw y Bouty Killer, ambos pertenecientes una nueva corriente o estilo musical el dancehall. Bouty Killer, es el primero que comienza con una serie de análisis sobre cómo es la realidad en esta pequeña isla, cuyo testimonio se comparte con archivos de prensa del asesinato un bailarín, mostrando el ambiente que se vive y respira en Kingston. Todos: músicos, bailarines e intérpretes forman parte de una nueva generación que emana su frustración, su miedo, su cólera y esperanza por medio de la poesía musical de barrio.
Made in Jamaica se le puede considerar como un documental 'derivativo' puesto que es la mirada del director en la evolución o involución (depende del punto de vista del que se mire) que ha tenido Jamaica en la música y en el ambiente social. Lauperrousaz es un gran conocedor de la música de los '60, ha colaborado con Pink Floyd y Captain Beefheartand The Magic Band en Amougies (1970) y con la leyenda misma del reggae, Bob Marley, en Third World: Prisoner in the Streets (1980); tal vez, es por su gusto en la música revolucionaria de los sesenta y el legado que ha dejado a las generaciones venideras, lo que lo ha impulsado a mirar y a inspeccionar cómo se vive hoy musicalmente en Kingston y cómo ven los veteranos del raggae esta evolución. Los testimonios de Bunny Wailer, Gregory Isaacs y los integrantes de Third World son los que adquieren mayor protagonismo por su certera opinión del panorama jamaicano - desde cualquier óptica-; son los que entregan la nostalgia pero a la vez la lucha por un estilo musical que sigue vivo en cada uno de los ciudadanos, como una forma de vida.
Para mostrar presente y pasado, el director recurre al el elemento espiritual de los jamaicanos: La música. Made in Jamaica es una canción de lo que fue y lo que son, las vivencias y percepciones de este pueblo a través de la musicalización de su poesía y de pequeñas entrevistas de personajes de ayer y hoy; confluyendo en una gran reflexión.
Los integrantes de Third World analizan el presente y entregan sus percepciones de lo que sucede hoy en su país, señalando que el gran problema es la pobreza y la corrupción existente.
Las carencias de oportunidades para mejorar la situación se manifiesta al unísono por todos, especialmente por las mujeres que viven inmersas en un eterno machismo. Algunas de ellas, Lady Saw o Tanya Sthephens, nos presentan en sus letras lo que significa ser mujer en Kingston y sus deseos por cambiar el rol al que han estado sujetas. El papel de la mujer siempre ha estado subyugado por una sociedad patriarcal, no obstante, un pequeño grupo de mujeres, que forman parte de esta armada musical, han hecho de su lucha el rap y el dancehall. Sin embargo, cabe destacar, la puesta escena de Alaine, cuyo estilo se aleja de los anteriores y se enmarca en sonidos más vanguardistas, como si fuera una mezcla entre massive attack y la, nigeriana, Sade. La presentación de Alaine muestra la intención del director de hacer patente que en Jamaica no sólo es raggae y sus derivaciones, sino que en las nuevas generaciones se respira un halo a cambio, vanguardismo y experimentación.
Jerôme sólo muestra las opiniones de aquellos que son protagonistas de tal realidad, manteniéndose al margen de los hechos o sucesos tangencialmente, sin indagar o ir más allá. Se mantiene con lo que para él es suficiente: el testimonio musical. Sin embargo, esto no es lo único que decora el punto de vista de Lauperrousaz, debido a que la fotografía es muy representativa de la realidad aportando mayor información y entrelazándose con los ritmos cadenciosos propios del caribe. La presentación de algunos de clips en barrios marginales, como en la genial presentación de Shooting the Sheriff!! en el Trench Town On First Street - uno de los barrios de Kingston -, nos conectan con una jamaica llena de vida, de colores y ambientes cálidos, con armonía y esperanza por un futuro mejor. Planos generales se conectan con los protagonistas y el paisaje, como si el documental también fuera un álbum fotográfico de una realidad paralela que muestra la belleza y calidez del sentir de una pequeña nación. La luz siempre cálida al son de eterna primavera, a veces, una cámara subjetiva que sigue al patio delantero de la marginalidad de los barrios pero siempre decorados con una sinfonía de colores y matices que dejan al descubierto el carácter propio del país.
Made in Jamaica se caracteriza por un guión con plots point bien definidos y conectados, manteniendo un racord sonoro acorde con la narración. Se vale de un relato fluido, simple, entregando la información suficiente sobre religión, música, realidad y - un poco - de historia.
